COLECTIVO MURO

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agosto / 2010


Si bien a veces me propongo en pensar concentradamente en lo que ha hecho el Colectivo Muro, es más bien cotidianamente cuando lo pienso-percibo, medio repentino, según lo que la circunstancia sugiere y permite en su pronunciación. 

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Cada día miércoles, viernes y algunos sábados de la semana eran instancias rituales en la población Zenteno.

Al comienzo, nos tuvimos que exponer en el espacio público, luego esa exposición se convirtió en ocupación y permanencia. Ahora, eso es recuerdo en nosotros pero sigue siendo permanencia en ellos, en ese lugar, en quienes continúan viviendo allí. (¿?)
El exponerse constantemente se crea cierta familiaridad y nivel de confianza, al mostrar cómo, dónde, cuándo.

A partir de una generalidad: talleres con niños.
Taller: hacer brotar.
Niños: quienes juegan.

Fuimos niños nosotros también.

El cuerpo colectivo en el Tejiendo Barrio es su material medular, ya que es éste, su constructo, a motivo de la constancia de la instancia pública del taller. Hacer taller en el espacio público es ver a los adultos integrados en dinámicas pedagógicas con los niños en donde quienes están dirigiendo aquellos talleres están como niños también, aprendiendo y dejándose guiar por ellos.

Hacer taller en el espacio público es algo así como un empoderamiento de lo que surge: Jugar, pertenecer, compartir. 




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julio / 2010

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Escribir sobre el Tejiendo Barrio después de 3 años de su ocurrencia es una aventura memorística, un ejercicio escritural del memorando que en su tiempo desfasado pretende hallar decirse, testimoniarse, compartirse, con el temor constante de definirse, de conceptualizarse, historizarse, de caer en el vértigo de la discursividad directa y ya no sólo indirecta a través de sus semejantes.
Quizás no sea pretencioso después de todo querer decir, mas si callarlo y hacerlo pasar por experiencia sólo personal-íntima.
Eso íntimo-personal y difuso en el lenguaje que uno decide vivir y decide (hacer) volver a las experiencias, ha significado para mi, defender esas experiencias, defender eso vivido de la definición que se hagan de ellas o hacia ellas, se defienden del cierre inconciente que otorga el lenguaje y del fenómeno del archivo histórico parcelado como lectura.

Para nosotros el Tejiendo Barrio sigue siendo un alimento.

En cierta medida el no articular esta experiencia de un modo visual y escrituralmente, nos ha hecho suponer que su sustentabilidad como alimento, para nosotros, se debe a eso, a su forma desarticulada o difusa.
En eso difuso, hemos hallado la comodidad de no responderle al tiempo, de no responderle al arte, de no responderle al ojo ideológico que se postula antecesor de uno (IA).
Ese modo difuso de ser para con el Tejiendo Barrio nos ha dado movilidad de acción, de ánimo y afecto, nos ha dejado con el cuerpo allí, constante en su presencia, en su desnudez, en su re-conocerse, en su re-encontrarse. Pero también nos ha vuelto sobre emocionales, dados a la sin razón y el exceso de impulso.
De algún modo hemos sido medio esquizofrénicos o muy niños, hemos sido muy derramados y poco estructurados, y quizás por eso, nos pesa ahora la mochila colectiva, el recuerdo ambiguo, confuso, vívido, tan de piel, rabia y llanto.
Quizás por eso que cuando pienso en el oficio del Colectivo Muro lo expreso así:


Un aquí contigo:

molestando a la gente,



jugando




con nuestras propias limitaciones:

el tiempo

los cuerpos.




Nuestro oficio es derramarnos en la ciudad

y erguir en ella, nuestra propia desnudez.


Quizás ahora el presente de nosotros signifique el erguirnos, y el antes, el Tejiendo Barrio quizás, el derramarnos. En realidad, son ambos gestos uno tras otro, como puntos de un tejido que se suceden, como pasos del caminar en donde un pie sucede a otro.

Cada vez que pienso en ese periodo, se me dispara el recuerdo a tantos puntos de fuga que al final cada huída en donde uno analiza un punto, se transforma en un punto que se supera así mismo y me señala el vacío, lo amniótico que une cada uno de estos puntos en fuga (en relación disparada). Eso se siente como un “no saber por dónde empezar” a relatar la maraña que suscita recordar el periodo del Tejiendo Barrio, que, puede ser olvidado o recordado en una conversación casi infinita.


Hemos decidido recordar. 

Como el Colectivo Muro somos Erick y yo, el TB cada vez que es recordado, es una conversación inacabable, inconcluíble y también es como una trama suspendida y móvil entre nuestros propios cuerpos y los cuerpos que allí estuvieron (Coni, Kita, Dani, Seba, Caro, Sofía, Pancha, Pablo, vecinos y niños, Javier Barrios, etc.) Toda la Población Zenteno está entramada así. Entre esa población y lo ocurrido hay una correspondencia en la trama, porque hay una experiencia compartida en el drama y en la grama.

DRAMA
TRAMA
GRAMA

El cuerpo a®mando y desa®mando. Haciéndose vibrar en lo evidente y en lo escondido, como la lengua cuando la voz dice rrrrrrrrrrrrrr.

Cuer+po 
cu+er+po


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septiembre / 2010




Retroalimentándonos y reincorporando.


En la quebra da la Calahuala (ahora calle Magallanes), está nuestro recodo oscuro, lleno de hierbas, lleno de pegajosas calahualas, planta del quechua, del chango y del chino del Aconcagua. En la Calahuala está el margen, lo ocultado, "el lanza". Yo viví en la Calahuala, Nº 314, departamento M del Cerro Barón, en la población Zenteno. 
Aquí en la Calahuala, está nuestro estómago recordando, asimilando el alimento, reincorporando en nosotros el mismo recordar, el habitar, el lazo. 
Entre parpadeo y parpadeo se asoman los rostro de ellos: nuestro hijos y nuestro abuelos, se asoman los detalles que nos hacen "sacar la vuelta" ó, digamoslo así: amar este lugar nuestro que algunos le llaman "barrio". Digamoslo así: nuestro barrio, es nuestro "campo expandido", nuestro campo con muchos muros, con muros que no son paredes, sino plataformas que enfrentan verticalmente a cada hombre, diciendo la (im)posibilidad de ellos (que somos nosotros) que vive aquí tejida e inherente a la contextura de esta ciudad nuestra. 

Cada mes de septiembre, pelan* a la subida Calahuala, pero ella, cada septiembre se autoregenera y vuelve a ser frondocidad-vida-ocupación en esta grieta. Algo así es el recuerdo de nosotros aquí, como esta plantita antigua: la calahuala. Algo así también anhelamos que sea nuestra vida cotidiana: frondosa, presente, verde y dadora, autónoma y rebosante de agua (de vida).

*Le podan sus calahualas.
 
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