29 de julio de 2006

Instinto celeste

Instinto celeste ¿Cuántos nacimientos tendrá mi alma? ¿Has escuchado al martillo que forja al acero de la inmortalidad? El gigante alzó su voz grave y llena de ecos sin fin. ¿Podéis escucharlo? Esa voz, lo tomó de su sexo y lo hizo entrar a su propio destino. Era la primera vez que sostenía una espada entre sus manos lozanas y quisquillosas, más se dejó ir por un ánimo profundo que le inspiraba, y sus movimientos, tras los años, fueron tornándose cada vez más ágiles, mortales y hermosos. Se fue coloreando así, su piel de tela…

Destiempo del detalle...

Destiempo del detalle…
¿Cuánto tiempo ha pasado?, Oh, dime diosa… ¿estará nuestro cuerpo dócil o frágil a las desventuras del tiempo? Mirad cómo se agrieta, engorda y enferma. Va quedando el hueso, el polvo, una lluvia de fugaces estrellas. Hay de quién me arroje al deteriorado éter de esta tierra, desperdigada como en semillas de luz. Seré, como hoy, sólo un instante, un fulgor. Más, ¿qué es una hoguera, sino el soplido de la boca hecho llama en un canto, en un beso, en un secreto único e íntimo? Ya me has oído antes decirte que un detalle tuyo me hace recuperarte entero. Como quien por una hendidura estrecha se asoma a un universo in-soñado, desconocido, inacabado. Y la veo a ella, tomarme en su regazo de luna y yo preguntándole ¿Cuál tiempo ha pasado? Oh, dime diosa… ¿cuál es la voz que debo escuchar? Porque creo estar acá por algo más. Recuerdo hacia delante… Bajé a su vientre, y en la profundidad de él hallé un tesoro, un silencio. Mis ojos se llenaron de su imagen blanca e infinita. Hoy vuelvo a aquel tesoro como queriendo ser de él. Giré hacia más adentro, sumergida, dejando que algo me redondee. Vi en mis manos y en la extensión de mi cuerpo, pasando por la piel y el aire que me toca cerca, sueños de siempre… Oh diosa, querida madre, un ser azul dice tus palabras… …“sigue tu sueño, tu recuerdo”. Y es cada vez más hondo el giro, hacia más adentro, donde yo soy tu, ¡Oh querida diosa!, donde tu eres él. Más allá, bajo este oscuro océano azulado y frío, más allá de su profundidad de esferas de silencio, toco la tierra de una ciudad imperecedera… ¿escuchas la voz?, un canto guía mis pasos hacia ella.

Los ojos se crispan con lo falso...

Los ojos se crispan con lo falso…
…el cielo se triza como por voluntad mayor y una sobre dulzura se hace amarga y roe el cuerpo medio culposo. ¿Qué es la culpa? ¿Quién la crea y quién la hereda? Los sollozos de tu cara revelan inercia y quebranto. ¿En qué piensas que te agotas? Confundido en turbulentas pasiones, todo tu rededor es la indiferencia disfrazada de morbo. Es que hay que responder a los acicates de la fe, a las sensaciones, a las emociones… …Misas, gritos, casamientos, nacimientos, muertes, explosiones, pifias, alabanzas, quejas, eyaculaciones, llanto, rabia, vergüenza… Indiferencia disfrazada de una vida apestada de acciones y reacciones sonámbulas, drogadas, fantasmales y maquinales. ¿En qué piensas tanto como para dejar al tiempo morir en más tiempo o en lágrimas de extrañes casi secas? Lo desconocido sigue siendo desconocido. Seguirás sintiéndote un poco de polvo o un punto de luz. ¿Cuál es la diferencia? Extrañas, aunque no lo sepas, lo que está en ti como un secreto íntimo, y no otra cosa. Nada se extraña más que aquello que quiere emerger ardiente desde ese desconocido y fluir infinito en nosotros.

26 de julio de 2006

Soneto para el Angelus de "Platero y yo" de Juan Ramón Jimenez

¡Angelus! Mira como caen por todas partes, mira al cielo, de rosas se deshace. ¡Ve cómo me voy llenando de rosas en la frente, los hombros y en mis manos! Cada día el paisaje se enternece de dulce rosado, blanco y celeste. La torre, el tejado y los árboles son lo fuerte que se hace delicado. Mira: más rosas, ¡más rosas, más rosas! Qué fuerza otrora de adentro, altiva, constante y pura, hace subir todo, todo, como en surtidores de gracia. Estrellas se encienden entre las rosas. Rosas, tus ojos son dos bellas rosas.

24 de julio de 2006

Reverberancia de los horizontes

Ser allí, estar allí, es ser así, es ser eso. De la distancia, de estos límites infinitos emanan como evaporándose por el calor de la mirada, un tiempo que es un recuerdo… …un futuro antes vivido, y no vivido. Seres de silencio ocultos en un compás tácito, danzan sobre el agua salada festejando una fiesta muda e invisible. ¡Miradlos cantar! ¡Miradlos bailar a estos gigantes en su caravana de viaje hacia un desconocido, celebrando qué…! He aquí el desprendimiento del Universo, la curva precisa, el trazo impronunciable. He aquí el hoyo negro, el sol negro. Imagen chamánica, recuerdo del futuro. He aquí al torbellino incomprensible con rostro de nada y silencio. He aquí el momento final, cuado los colores pasan y uno es otra cosa porque pasa un límite, porque cae hacia adentro. El Sol se oculta, la tierra gira, y con él se va el tiempo, con su final queda la esperanza verde, de un rayo. Amantes, amados. Queda la noche… ¿será esa noche? ¿La noche oscura de las almas? ¿Será la noche del amor o será la noche del temor? La última Gran Guerra se desata, mágica y estrellada con la sangre derramada por rocas y escalones de piedra. El recuerdo es una luz. Nuestro cuerpo saluda al nuevo Sol que hoy, se levanta.

4 de julio de 2006

“HIMNO A LA LIBERTAD” de Friedrich Hölderlin, 1793.

Ante las propias puertas del Orco canté a la alegría y a las Sombras enseñé la embriaguez, pues, favorecido entre tantos, apercibí en toda su divinidad a mi diosa. Como el piloto que tras oscura noche mira al océano que se empurpura, como los bienaventurados contemplando los bosques elíseos, así te admiro yo, oh adorada maravilla. Águila y halcón han plegado sus alas, respetuosos, olvidados del polvo que los forma. A la diosa precede una pareja de leones conducidos con lazos tachonados de diamante. Ágiles torrentes impetuosos se detienen, -igual mi corazón- mudos de miedo y de delicia; los audaces hijos de Bóreas se han desvanecido, la tierra ya es un templo. En recompensa a mi leal devoción, la diosa me ha tendido su diestra. Penetrados por una fuerza mágica, mente y corazón, embellecidos, aclámanla. Las palabras de la que juzga a los monarcas resuenan para siempre en mi alma, resuenan para siempre en todas partes. Escuchad, Espíritus, lo que dice vuestra madre: “Titubeando entre las olas del antiguo caos, jubilosa y sin freno, como las sacerdotisas de Baco, y engañada por el suelto atrevimiento de mi juventud, me creía dueña de la Libertad. Pero el conflicto de los elementos desencadenados acarrearía la hora fatal; mi voluntad recurrió entonces al Infinito y concluyó con él una alianza fraternal. Mi voluntad no destruye mi vida endeble, ni el audaz coraje, ni el gozo restallante. A todos acuerdo el derecho de amar, cada cual puede hacer suyo lo que amor impone. Libre y arrogante, en su marcha inmutable, la fuerza infinita sigue su vasto curso; impulsada por la dulce necesidad de amar, la debilidad se busca un refugio en el gran universo. ¿Acaso podría un gigante mutilar mi águila? ¿O un dios quebrar mis rayos orgulloso? ¿El decreto de un tirano haría retroceder el mar? ¿O la trayectoria de los astros? Sin que lo marchiten los ídolos que inventa, fiel al pacto inmutable que ha concluido, y fiel a las santas leyes del amor, el universo desarrolla en libertad su vida sagrada. Satisfechas de su justo esplendor, las centelleantes armas de Orión no fulminarán jamás a los fraternos Tíndaros. El mismo Leo los saluda amistosamente Dichoso de su divina suerte –propagar alegría- Helios, dulce y tranquilo envía en una sonrisa a la tierra que ama vida joven y fastuosos beneficios. Sin que lo marchiten los ídolos que inventa, fiel al pacto inmutable que ha concluido, y fiel a las santas leyes del amor, el universo desarrolla en libertad su vida sagrada. Sólo un ser, uno solo, ha caído; lleva el estigma de una vergüenza infernal. Capaz de optar por las más bellas empresas, el hombre se arrastra bajo un abyecto yugo. ¡Ay! ¡Era el más divino de los seres! No lo acuses, Natura, tú que supiste permanecer fiel. Pues como promesa de una cura más que maravillosa, lleva también la marca de una fuerza heroica. Vamos, resplandece ya, hora de la Creación nueva, ven a sonreírnos, dulce edad de oro, y que en esta alianza hermosísima que nada modifica, el Infinito te celebre.” Hermanos, ¿cuándo llegará ese tiempo? ¡En el nombre de aquellos que engendramos para la vergüenza, en el nombre de nuestras reales esperanzas, en el nombre de los bienes que colman el alma, en el nombre de esta fuerza divina, herencia nuestra, y en el nombre de nuestro amor, hermanos míos, reyes del mundo hecho, despertad! ¡Dios de los Tiempos! Bajo un cielo cargado tus alas nos traen, consoladoras, un poco de frescura. Nos gusta ver que dulces imágenes de rosa nos sonríen en el camino desierto y espinoso. Cuando ni sombra de gloria de los antepasados queda y se hunde el último vestigio de libertad, mi corazón vierte lágrimas amargas y se refugia en el mundo más bello de sus sueños. Todo cuanto fue presa del tiempo florecerá de nuevo mañana, más hermoso; la primavera nacerá de la destrucción tal Uranio naciendo entre las olas. Cuando las pálidas estrellas inclinan su cabeza, Hyperión resplandece en su trayecto heroico. Continuad pudriéndoos, esclavos; días de libertad se alzarán sonrientes sobre vuestras tumbas. Antaño, la Justicia en llanto encontró asilo en los austeros palacios de Minos. Y ahora, vedla enlazar con maternal ternura a los hijos leales de la tierra. ¡Ah, los manes de los divinos Catones están triunfando en los campos Elíseos, la juventud blande arrogante insignias en tropel, el templo de la Gloria se abre a los ejércitos! Los benevolentes dioses ya no esparcen su generosidad sobre el orgullo indolente; los sagrados campo de Ceres colman de dones más dulces aún a la segadora morena, y en la viña inflamada resuena más fuerte, más animado el vocerío alegre de los vendimiadores. Nunca rozados por el ala de la Preocupación, los seres de alegría se dilatan y sonríen. El Amor baja de lo alto del cielo; el coraje viril y la nobleza del corazón renacen. Tú, hija de la edad ingenua, dulce Simplicidad, nos entregas el tiempo de los dioses. Triunfa la fidelidad. Por salvar a sus enemigos, los héroes caen semejantes majestuosos cedros, y los salvadores de la patria se encaminan triunfalmente hacia un mundo mejor. ¡Que tal día mis despojos, ya para entonces encerrados en estrecha morada, puedan dormir en paz! Me basta con haber probado del cáliz de la esperanza, con haber saboreado la dulce aurora. Así es como en lo lejano sin nube veo brillar este nombre sagrado: Libertad. Así, con vosotros, astros soberanos, se oirán de mi laúd acordes más solemnes.