Santiago tiene un murmullo, un zumbido de ollín ronco, un día a día con pulmón cansado y pecho congestionado. Aquí, tras las ventanas que contienen mi estancia, hay dos grandes logos: Bayer y Claro, que con sus luces led verdes, blancas y rojas, llaman a lo distante y aturden mis ojos cercanos.
Fue pasada las ocho de la tarde, cuando todo retornaba y alguien hablaba sobre un discurso estético y del aura en la obra de arte, que, escuché, el canto del queltehue. La extrañeza de esos días y sus novedades, fueron cruzadas por ese canto. Pude decir, después de una inhalación de sesenta horas: aquí estoy.
Fue pasada las ocho de la tarde, cuando todo retornaba y alguien hablaba sobre un discurso estético y del aura en la obra de arte, que, escuché, el canto del queltehue. La extrañeza de esos días y sus novedades, fueron cruzadas por ese canto. Pude decir, después de una inhalación de sesenta horas: aquí estoy.
Aquí estoy. Domésticamente frustrada pero aún abrazando este paño de plato al momento de dormir. Tejiendo ambiguedades combatientes entre si, para ver si puedo hacerme un nido, o por último, un buen par de zapatos para seguir caminando.