6 de agosto de 2007

Ay, estos dioses...


Ay, estos dioses que no se cansan de empujarnos la vida,

pero aunque relate las más bárbaras calamidades,

mis palabras, solas

se callarían

porque Venus ha dejado a mi lado

el amor más dulce que él tenía.


El Universo se mueve



El Universo se mueve como las olas del mar,


curvándose pausado, medio acuoso y maternal.






¿Qué es más fuerte, el recuerdo o el olvido?


¿Son mis sentidos los que mueren o son las palabras de estos otros,
éstos que se hacen llamar mi prójimo,
los de palabras moribundas, dormidas, aletargadas?

¿Soy yo, mi Dios, quien desvanece o son éstos, tus hijos,
los que mucho hablan y nada dicen?

¡Oh mi Dios, cómo me duele el alma! ¡Cómo duele mi alma con la del mundo!

Dime, de una vez, qué es mejor:
Si morir con esta tierra y desvanecerme
en el olvido de ella y con ella, o seguir recordando
esto que tu dices ser nuestros nombres.

Aquí, se vive la guerra y la paz.
Yo, las quiero a ambas…
…quiero desenvainar mi espada y hacer trotar las piedras,
respirar aire y beber agua libremente,
quiero cansarme y poder seguir la siguiente mañana…

Aquí, estos viven una guerra que yo no.
Mi guerra es otra guerra…
…ya no tiemblo ante mi destino pero

¡¿qué corazón es este que me has dado?!
Alegre y risueño por el día, triste y ferviente por combatir durante las noches.

Fácil de provocar es el corazón por ti dado… aún muy joven y, a veces, anciano.
Todas las noches son un bendito rito piadoso, y otras, malditos…

Ya no te hablo invisible, te hablo como a la noche:
fría, oscura, dura como guijarro.

Así voy, acostumbrándome al lamento que me has dado…
así se van mis lágrimas, derramándose hermana
con la sangre de esos otros, con la sabia de aquellos,
con los sueños de estos cual metal fundido en fuego.

¡¿Qué corazón es este que me has dado?!
Que pone sus dedos de las manos sobre su boca
y siente su caliente vaho, y es sólo eso… como el recuerdo de un beso amado.

Quiero vivir en este mundo.

Así como me has dado el corazón
es mi vida en este mundo: inútil, de todos y misteriosamente nostálgico.

¡¿Por qué mi Dios ahora me tienes por rauda neblina?!
Gélida y galopante por los cerros entroncados.

Todos los días me empujas
del hielo al mar,
del mar al hielo.
Voy siempre entre el viento montañoso y costero,
desordenada, pasajera.

Me tienes así,
sólo con el ritmo tosco y primitivo de mis pasos.
Me llevas solitaria,
errarte en una tarea incomprensible,
en una tarea de lenguaje extinto o por despertar.

Soy eternamente infante en esta tierra,
soy eternamente extranjera, y eternamente de ella.

Me tienes cual topo cavando ciega,
cavando con este pulso dado, hacia el centro de la tierra.

Hace tiempo que no escribo

Hace tiempo que no escribo.

Han ocurrido cosas fantásticas...

...me he dedicado a VIVIR.



5 de agosto de 2007

Como escribo

"... Éscribo sin prisa, generalmente, y otras veces con una rapidez vertical de rodado de piedras en la Cordillera. Me irrita, en todo caso, pararme, y tengo siempre al lado cuatro o seis lápices con punta porque soy bastante perezosa, y tengo el hábito regalón de que me den todo hecho, excepto los versos...
En el tiempo en que yo me peleaba con la lengua exigiéndole intensidad, me solía oír, mientras escribía, un crujido de dientes bastante colérico, el rechinar de la lija sobre el filo romo del idioma.

Ahora ya no me peleo con las palabras sino con otra cosa... He cobrado el disgusto y el desapego de mis poesías, cuyo tono no es el mío por ser demasiado enfático. No me recuso, sino aquellos poemas donde reconozco mi lengua hablada, eso que llamaba Don Miguel el vasco, la "lengua conversacional".

Corrijo bastante más de lo que la gente puede creer, leyendo unos versos que aun así se me quedan bárbaros. Salí de un laberinto de cerros y algo de ese nudo sin desatadura posible queda en lo que hago, sea verso o prosa.

Escribir me suele alegrar; siempre me suaviza el ánimo y me regala un día ingenuo, tierno, infantil. Es la sensación de haber estado por unas horas en mi patria real, en mi costumbre, en mi suelto antojo, en mi libertad total.

Me gusta escribir en cuarto pulcro, aunque soy persona harto desordenada. El orden parece regalarme espacio, y este apetito de espacio lo tienen mi vista y mi alma.

En algunas ocaciones he escrito siguiendo un ritmo recogido en un caño que iba por la calle lado a lado conmigo, o siguiendo los ruidos de la naturaleza, que todos ellos se me funden en una especie de canción de cuna.

Por otra parte, tengo aún la poesía anecdótica que tanto desprecian los poetas mozos.

La poesía me conforta los sentidos y eso que llaman el alma; pero la ajena mucho más que la mía. Ambas me hacen correr mejor la sangre; me defienden de la infantilidad del carácter, me aniñan y me dan una especie de asepsia respecto del mundo.

La poesía es en mí, sencillamente, un regazo, un sedimento de la infancia sumergida. Aunque resulte amarga y dura, la poesía que hago me lava de los polvos del mundo y hasta de no sé qué vileza esencial parecida a lo que llamamos pecado original, que llevo conmigo y que llevo con aflicción. Tal vez el pecado original no sea sino nuestra caída en la expresión racional y antirrítmica a la cual bajó el género humano y que más nos duele a las mujeres por el gozo que perdimos en la gracia de una lengua de intuición y de música que iba a ser la lengua del género humano.

Es todo cuanto sé decir de mí y no me pongáis vosotros a averiguar más...."



-.Gabriela Mistral.


Montevideo, Enero 1938.

...

La fotografía, Luna y Venus al atardecer.